Un dialecto híbrido con más de 250 años de historia que se transmite de generación en generación y se consolida como identidad y patrimonio cultural en la región.
En los bordes norteños de Uruguay, donde el español y el portugués se rozan a diario, florece una lengua mestiza que desafía las fronteras: el portuñol, este dialecto híbrido hablado principalmente en Rivera, Artigas y Cerro Largo, es mucho más que una curiosidad lingüística es identidad, resistencia y memoria viva.
Con más de 250 años de historia, el portuñol riverense se considera el más antiguo de América. Surgido del contacto cotidiano entre uruguayos y brasileños, ha sobrevivido a campañas de erradicación y estigmatización, consolidándose como una forma de expresión legítima en la frontera.
Técnicamente conocido como Dialecto Portugués del Uruguay (DPU), el portuñol se transmite de generación en generación, adaptándose a los nuevos tiempos sin perder su esencia.
En ciudades como Rivera y Artigas, donde la línea divisoria con Brasil es apenas simbólica, el portuñol se escucha en las calles, en los comercios, en las radios locales. Es una lengua que no pide permiso, que se cuela entre los idiomas oficiales y construye puentes culturales.
El reciente documental Vozes das Margens (2024) recoge testimonios de hablantes de portuñol en distintos puntos de la frontera, reivindicando su valor como patrimonio intangible. La obra muestra cómo esta lengua mestiza sigue viva en las voces jóvenes, que la usan con orgullo y creatividad.
En tiempos de globalización y homogeneidad cultural, el portuñol uruguayo se alza como símbolo de diversidad y pertenencia, una lengua que no se enseña en las escuelas.
Con más de dos siglos de historia, el portuñol riverense es uno de los más antiguos de América. Nacido del contacto cotidiano entre comunidades fronterizas, se transmite en la charla entre vecinos, en el comercio informal, en las aulas y en la música. Aunque no tiene estatus oficial, la Ley General de Educación lo reconoce como “portugués del Uruguay”, un gesto que legitima su existencia en un país que históricamente lo ha visto con recelo.
Pero el portuñol no solo resiste: se reinventa. Movimientos como el Portuñol Salvaje lo reivindican como lengua literaria, y documentales como Vozes das Margens (2024) lo retratan como símbolo de una identidad fronteriza que desafía las categorías rígidas.
En Chuy, Livramento o Quaraí, hablar portuñol no es una mezcla accidental: es una forma de habitar el límite, de construir comunidad entre dos mundos.
En tiempos de globalización y estandarización lingüística, el portuñol uruguayo recuerda que las lenguas también pueden ser territorios de resistencia.
Rocha Portal
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